El escritor argentino Ernesto Sabato (1911-2011).
Ernesto Sabato (Rojas, provincia de Buenos Aires, 24 de junio de 1911-Santos Lugares, 30 de abril de 2011), escritor y pensador argentino. Se casó dos veces, la primera con Matilde Kusminsky Richter, y al quedarse viudo, con Elvira González Fraga. Deja un hijo de su primer matrimonio, el documentalista Mario Sabato (1945); el primero, Jorge Federico, nacido en 1938, falleció en accidente de automóvil en 1995.
Físico-matemático de formación y científico exitoso hasta los años 40, la represión peronista que le privó de su empleo cambió su destino y le convirtió en un rebelde impenitente, que escribió tres inmensas novelas y una larga serie de clarividentes y pesimistas ensayos sobre la condición humana, obras en todas las cuales muestra un pensamiento que mezcla un pesimismo utópico, pues él mismo decía que tenía una “sombría visión de la realidad”, y una perenne “lucha por la esperanza”, pues “el gran artista es siempre un rebelde”, sea o no consciente de sus límites, puesto que “el arte existe porque somos imperfectos. Escribimos porque buscamos la perfección, el Absoluto que no tenemos”, en un continuo conflicto que le lleva a alzarse “una y otra vez para luchar hasta el fin”.
Hijo del italiano Francisco Sabato y la italo-albanesa Juana María Ferrari, era el décimo de once hermanos; nació poco después de la muerte de su noveno hermano, Ernestito, de quién pervivió el nombre. Se crió solitario. Finalizó en 1924 los estudios primarios en la escuela de Rojas y realizó los estudios secundarios en el Colegio Nacional de La Plata, donde conoció al profesor, poeta y filólogo Pedro Henríquez Ureña (1884-1946), que tuvo una profunda influencia en su vida intelectual.
En 1929 ingresó en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la Universidad Nacional de La Plata, en la que fue militante del movimiento de Reforma Universitaria y fundó el Grupo Insurrexit en 1933, de tendencia comunista, junto con otros jóvenes, entre los que destacaban Héctor P. Agosti, Ángel Hurtado de Mendoza y Paulino González Alberdi, y ese mismo año fue elegido Secretario General de la Federación Juvenil Comunista, al tiempo que en un curso sobre marxismo conoció a Matilde Kusminsky Richter (1918-1998), una estudiante de 15 años, que abandonó la casa de sus padres para convivir con él en 1935 y casarse por lo civil en 1936.
Al acabar sus estudios en La Plata recibió una beca para estudiar en el laboratorio Curie de París, más tarde estudió física en un laboratorio en Zúrich y luego se especializó en Massachusetts en rayos cósmicos. Finalmente, regresó a Buenos Aires, donde trabajó en la medición de radiaciones atómicas.
Ya en 1934 comenzó a tener dudas sobre el comunismo estalinista y el partido, que advirtió este cambio, decidió enviarlo dos años a las Escuelas Leninistas de Moscú, en donde, según las palabras de Sabato: “Era un lugar en donde uno se curaba o terminaba en un gulag o en un hospital psiquiátrico”. Sabato dejó el partido poco después.
En 1941 apareció su primer trabajo literario, un artículo sobre La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, en la revista “Teseo” de La Plata. También publicó una colaboración en la revista “Sur” de Victoria Ocampo, gracias a la intervención de Pedro Henríquez Ureña, y en el grupo que giraba alrededor de esta revista conoció a Victoria Ocampo y a Jorge Luis Borges, con quien mantuvo siempre una relación conflictiva pero que dio origen, en 1976, a un hermoso libro titulado Diálogos con Jorge Luis Borges. Sabato había coincidido con Borges y Bioy en apoyar a la República Española en la Guerra Civil y a los Aliados en la II Guerra Mundial, pero en realidad nunca fueron amigos y como contó Sabato a “ABC”, se burlaban de él a sus espaldas.
En 1942 continuó colaborando en “Sur” con reseñas de libros, se encargó de la sección ‘Calendario’ y participó del ‘Desagravio a Borges’ en el nº 94. Publicó artículos en el diario “La Nación” y presentó su traducción de Nacimiento y muerte del sol de George Gamow. Al año siguiente publicó la traducción de El ABC de la relatividad de Bertrand Russell.
En 1945 tomó la que ya sería su última residencia, en la pequeña localidad de Santos Lugares (provincia de Buenos Aires) y publicó su primer libro, Uno y el universo, una recopilación de artículos filosóficos en los que criticaba la aparente neutralidad moral de la ciencia y alertaba sobre los procesos de deshumanización en las sociedades tecnológicas. Gracias al libro recibió el primer premio de prosa de la Municipalidad de Buenos Aires y la faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Escribía mucho, pero la mayoría de sus escritos acababan en la hoguera porque era muy exigente y perfeccionista. Apenas unos pocos eran salvados por su esposa, Matilde, a quien, aunque la amaba, la hacía sufrir por sus devaneos con otras. El seductor Adolfo Bioy Casares aprovechó para intentar quitársela y un día ella estuvo a punto de partir, con la maleta ya en la mano, cuando a mitad de la escalera Sabato consiguió conmoverla con sus súplicas. Él y Bioy jamás volvieron a hablarse.
Con el tiempo iría avanzando hacia posturas libertarias y humanistas, en una vida andariega, marcada por la literatura y por su compromiso ético que le llevó al final de su vida a declararse más cercano al “anarco-cristianismo” que al activo comunismo de su juventud.
En 1948, después de haber llevado los manuscritos de su novela a las editoriales buenarenses y de ser rechazado por todas, publicó en la revista “Sur” El túnel, una novela psicológica narrada en primera persona, llena de ironía, pero también de amargura y de pesimismo enmarcados en el existencialismo, una corriente filosófica de enorme difusión en la época de posguerra. Recibió un inmediato reconocimiento no solo en Argentina sino internacional, con críticas entusiastas de Albert Camus, quien la hizo editar traducir por Gallimard en francés, y luego fue traducida a una decena de idiomas. Como cuenta Ayala-Dip:
‹‹en sus novelas el hombre se convierte en ser, sus personajes en indicios metafísicos y sus tramas en itinerarios infernales. Para Sabato el hombre es un misterio que vale la pena indagar. Desde el misterio el hombre debe combatir el racionalismo. Asi aprovecha Sabato el surrealismo y la impronta camusiana. La novela, con todos los recursos compositivos que la modernidad le presta, le sirven al autor para acercarse al amor, la muerte, el mal y el más severo pesimismo.›› [Ayala-Dip. Literatura del malestar. “El País” (2-V-2011) 46.]
Y dice el escritor español Félix Grande:
‹‹Ernesto Sabato comenzó siendo un gran discípulo de los creadores de la rectitud, la indignación y la misericordia y enseguida alcanzó a ser, con todos ellos, esa mirada de coraje y decencia que nos vigila, nos acompaña y nos muestra el camino del oficio de hablar. Hablar es un don, pero puede ser una estafa, escribir es un compromiso, y también puede ser un fraude. Sabato siempre supo que el don de las palabras hay que pagarlo con la pesadumbre de sabernos finitos, con la piedad que nos aguarda en los sufrimientos colectivos y con la cólera civil. Ser discípulos de Ernesto Sabato fue un privilegio, pero un privilegio angustioso: con la mano sobre sus libros ya no podíamos consentirnos mentir ni transigir, ni ser cobardes.›› [Grande, Félix. El escritor y su conducta. “El País” (1-V-2011) 46.]
En 1951 se publicó el ensayo Hombres y engranajes y al año siguiente, en 1952, se estrenó en la Argentina la película de El túnel, dirigida por León Klimovsky. En 1953, nuevamente bajo la editorial Emecé, editó el ensayo Heterodoxia.
El peronismo lo había privado de su trabajo, al igual que a Borges, pero cuando en 1955 Perón fue derrocado por los militares, Borges se encarnizó en demonizarlo, mientras que Sabato trató de entenderlo históricamente. Ese mismo año fue nombrado interventor de la revista “Mundo Argentino” por el gobierno de facto impuesto por la Revolución Libertadora, cargo al que renunciaría al año siguiente por haber denunciado la aplicación de torturas a militantes obreros. Entonces presentó El otro rostro del peronismo: Carta abierta a Mario Amadeo, en donde, sin abdicar de sus antipatías hacia la figura del ex presidente Juan Domingo Perón, defendía la figura mítica de Evita y a sus seguidores; posición que le granjearía las críticas de casi todos los intelectuales argentinos, mayoritariamente opositores al gobierno derrocado.
En 1961 publicó la novela Sobre héroes y tumbas, que incluye su estremecedor Informe sobre ciegos y ha sido considerada como una de las mejores novelas argentinas del siglo XX, lo que le confirmó como un autor original y famoso. Narra la historia de una familia aristocrática argentina en decadencia, intercalada con el relato intimista sobre la muerte del general Juan Lavalle, héroe de la independencia. María Rosa Lojo, responsable de la primera edición crítica (en 1991) de Sobre héroes y tumbas, explica la extraordinaria capacidad que tuvo esa novela para conectar con centenares de miles de lectores argentinos, a los que habló de la historia pasada y presente del país: ‹‹es una construcción simbólica no solo sobre Argentina sino también sobre Latinoamérica y sobre la condición humana y tuvo una acogida formidable, convirtiendo a Sabato en uno de los escritores más leídos de la historia argentina›› [Gallego-Díaz, Políticos, escritores y rivales en el dominó despiden a Ernesto Sabato. “El País” (2-V-2011) 37.] Y Ayala-Dip comenta:
‹‹Esta novela, que tantas discusiones e interrogantes abrió, le llevó al escritor argentino 13 años de trabajo infatigable. Para muchos de sus compatriotas esta es la novela de Alejandra Vidal. Para otros el relato de iniciación de Martín del Castillo. Para algunos el desasosegante, además de mil veces leído y releído y reinterpretado, Informe sobre ciegos. Para todos, la metáfora de una Argentina de historia convulsa, trágica y llena de enigmas históricos y políticos. Naturalismo, ironía, sarcasmos, la búsqueda de un sentido existencial, el enfrentamiento nihilista ante lo que no se puede explicar. Pero para mí, Sobre héroes y tumbas será siempre la primera novela argentina que leí. Y, sobre todo, para gran parte de la generación de argentinos a la que pertenezco, la novela de la hiriente, indescifrable y sublime Alejandra.›› [Ayala-Dip. Literatura del malestar. “El País” (2-V-2011) 46.]
Poco después, en 1962, pese a su creciente fama, fue nuevamente destituido de su cargo público por un golpe de Estado contra el presidente Frondizi.
En su ensayo Aproximación a la literatura de nuestro tiempo: Robbe-Grillet, Borges, Sartre (1968) se rebeló contra la moda literaria de la nouvelle roman de Robbe-Grillet, pero mantuvo incólume su fe en la novela. Como dice Ayala-Dip, nunca dudó que fuera la novela el espacio ideal para airear los demonios del hombre contemporáneo. Y Blas Matamoro dice: ‹‹Sabato hereda al Romanticismo. Su lenguaje obedece a su afectividad y busca ser expresivo de sus amores, sus horrores, sus miedos, sus vértigos. Se manifiesta privilegiadamente en la novela, también entendida en plan romántico: un discurso donde todo cabe y que carece de formalidades previas, apuntando al infinito y al fragmento. Al desgarro, diría él.›› [Matamoro. Sabato y Borges, las dos mitades de Argentina. “ABC” (1-V-2011).]
Su siguiente novela, Abaddón el exterminador (1974) es de corte autobiográfico, con una estructura narrativa fragmentaria y de argumento apocalíptico en el cual Sabato se sitúa como personaje principal y retoma algunos de los personajes de su novela anterior, Sobre héroes y tumbas.
En esa época Ernesto Sabato se oponía con virulencia al regreso del peronismo y vio en los primeros momentos con cierta neutralidad el golpe de Estado de 1976, que dio paso a una sangrienta dictadura militar hasta 1983. Llegó a decir: “La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi con fervor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos” e incluso asistió con Jorge Luis Borges a una comida con el general Jorge Videla, «Un hombre culto, modesto e inteligente», dijo después. Pero pronto Sabato cambió de opinión al conocer los asesinatos y abusos contra los derechos humanos que protagonizaba la dictadura y, como ha recordado la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, “firmó todas las peticiones que pudo reclamando la aparición con vida de quienes habían sido secuestrados”.
Acabada la dictadura, el presidente Raúl Alfonsín le encargó que presidiera la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP, creada el 15 de diciembre de 1983), cuya investigación, conocida como Informe Sabato y plasmada en el libro Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas, entregado a Alfonsín el 20 de septiembre de 1984 y publicado en 1985. Recogía el testimonio de las víctimas y documentaba 8.960 desapariciones y 340 centros de detención ilegal y tortura. En el prólogo escribía: ‹‹A los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor, porque contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos››. [Sabato. cit. Alfonsín. Contra la impunidad totalitaria. “El País” (2-V-2011) 37.] Jamás dijo que ERP y Montoneros eran tan culpables como los jerarcas de la dictadura, pero parte de la izquierda le acusó de equidistancia entre ambos extremos. El informe asentó las bases para el juicio a las juntas militares de la dictadura militar ese mismo 1985, que acabó con la condena y encarcelamiento de sus máximos responsables cárcel. Sabato se opuso siempre a las leyes de Punto Final y a los posteriores indultos concedidos por el presidente peronista Carlos Menem, y en 1997 viajó a España para declarar en la Audiencia Nacional ante el juez Baltasar Garzón en la causa que investigaba la desaparición de ciudadanos españoles durante el régimen militar argentino
En 1984 había recibido el Premio Miguel de Cervantes, máximo galardón literario concedido a los escritores de habla hispana. Era el segundo escritor argentino en recibir este premio, después de Jorge Luis Borges en 1979. En su recepción pronunció un discurso en el que describió a El Quijote como “un simple mortal, tierno desamparado, andariego, el hombre que alguna vez dijo que por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida”. En su viaje a España en 1997 recibió el XI Premio Internacional Menéndez Pelayo.
En los años 90, en plena vejez, se sucedieron los acontecimientos familiares. Primero la felicidad: el 21 de diciembre de 1990, en su casa de Santos Lugares, se casó por la Iglesia con Matilde Kusminsky Richter, pero en 1995 murió su hijo Jorge en un accidente automovilístico, y el 30 de septiembre de 1998 falleció su esposa.
Poco después publicó sus memorias bajo el título de Antes del fin, del que Ayala-Dip resume que es un texto autobiográfico, pesimista, contradictorio y agustiniano, radical en la premonición de un futuro desesperanzado para su destinatario, la juventud argentina, y que en cierta manera, es un libro de despedida. [Ayala-Dip. Literatura del malestar. “El País” (2-V-2011) 46.] Sabato creía en el hombre, “a pesar de ser el animal más siniestro”, afirmaba que “La razón no sirve para la existencia” y no quería que se le encasillara en ninguna tendencia literaria: “Tengo con la literatura la misma relación que puede tener un guerrillero con el ejército regular”. Era entonces todavía un escritor admirado por Magris y muchos intelectuales, aunque otros le rechazaban por demasiado transparente. Como dice Fernández Díaz: ‹‹Sus colegas aseguran en voz baja, para ser piadosos con el venerable narrador, que los libros de Sabato no resisten una lectura actual, y que su fama fue una moda, y que fue conseguida a base de apariciones públicas y de cumplir el rol del “escritor comprometido con su tiempo”.›› [Fernández Díaz. Los claroscuros del túnel. “El País” (1-V-2011) 45.]
El 4 de junio de 2000 publicó La Resistencia en la página de Internet del diario “Clarín”, convirtiéndose en el primer escritor de lengua española en publicar un libro gratuitamente en Internet antes que la edición en papel (el 16 de junio). Todavía en 2002 dio un discurso en la entrega de los premios Ortega y Gasset, y en 2004 acudió a su homenaje en el teatro El Círculo durante la III edición del Congreso Internacional de la Lengua Española en Rosario (Argentina), al que asistieron los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, y en el que participó José Saramago, quien lo calificó entonces de «autor trágico y al mismo tiempo eminentemente lúcido». Sabato lloró y no pudo pronunciar palabra. Después, sus apariciones fueron ya muy contadas.
En sus diarios españoles (España en los diarios de mi vejez, Seix Barral), escribió esta entrada: “Cuando siento que me falta tanto de lo que gocé en otras épocas, me queda esto, agarrar un papel o sentarme a mi vieja máquina de escribir, vieja y compañera, y anotar esto, esto quizá sin importancia, pero que me hace sentir reunido con los anónimos y sin embargo, por algún misterio, cercanos lectores que estos papeles tendrán”. Pero Sabato sufrió en los últimos años una crónica depresión y una creciente ceguera. Los médicos incluso le prohibieron leer y escribir, así que se dedicó a la pintura, su otra gran pasión (consiguió exponer en España y Francia). Desde 2005 se recluyó en su domicilio, casi sin escribir, salvo lo poco que le dictaba a su segunda esposa. Apenas recibía visitas, aunque enfermeras y asistentes le preparaban la comida y le leían durante la tarde hasta que se dormía.
Todavía el 11 de febrero de 2009 la SGAE lo propuso por tercera vez ante la Academia Sueca como candidato al Premio Nobel de Literatura de 2009 junto con Francisco Ayala y Miguel Delibes. Finalmente falleció de una duradera bronquitis. “La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, hay que morirse”, se quejaba.
Queda para la posteridad una fundación que lleva su nombre, presidida por su viuda, que tiene por finalidades tanto preservar su obra como “luchar por la salvaguardia de los valores que engrandecen a la humanidad”, y que “busca en comunidad modos de vida donde la solidaridad ocupe un espacio creativo, junto al arte y a la cultura” y tiene en marcha varios proyectos de cooperación.
BIBLIOGRAFÍA.
Novelas: El túnel (1948). Sobre héroes y tumbas (1961). Abaddón el exterminador (1974).
Ensayos: Uno y el universo (1945). Hombres y engranajes (1951). Heterodoxia (1953). El caso Sabato. Torturas y libertad de prensa. Carta abierta al general Aramburu (1956). El otro rostro del peronismo (1956). El escritor y sus fantasmas (1963). Tango, discusión y clave (1963). Romance de la muerte de Juan Lavalle. Cantar de Gesta (1966). Significado de Pedro Henríquez Ureña (1967). Aproximación a la literatura de nuestro tiempo: Robbe-Grillet, Borges, Sartre (1968). La cultura en la encrucijada nacional (1973). Diálogos con Jorge Luis Borges (1976). Apologías y rechazos (1979). Los libros y su misión en la liberación e integración de la América Latina (1979). Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas (1985). Entre la letra y la sangre (1988). Antes del Fin (1998). La Resistencia (2000). España en los diarios de mi vejez (2004).
Fuentes.
Documentales.
Sabato, Mario. Documental Ernesto Sabato, mi padre. Grabaciones de 1962-2007. [www.youtube.com]
Artículos.
Alfonsín, Raúl. Contra la impunidad totalitaria. “El País” (2-V-2011) 37.
Ayala-Dip, J. Ernesto. Literatura del malestar. “El País” (2-V-2011) 46.
Casanova, Julián. “El País” (4-V-2011) 53.
Cebrián, Juan Luis. Desde la soledad y la utopía. “El País” (1-V-2011) 43.
Cruz, Juan. El hombre que se reunía con los anónimos. “El País” (1-V-2011) 44.
De Carlos, Carmen. Muere Ernesto Sabato. “ABC” (1-V-2011).
Fernández Díaz, Jorge. Los claroscuros del túnel. “El País” (1-V-2011) 45.
Gallego-Díaz, Soledad. Ernesto Sabato, al otro lado del túnel. “El País” (1-V-2011) 42-43.
Gallego-Díaz, Soledad. Políticos, escritores y rivales en el dominó despiden a Ernesto Sabato. “El País” (2-V-2011) 37.
Grande, Félix. El escritor y su conducta. “El País” (1-V-2011) 46.
Matamoro, Blas. Sabato y Borges, las dos mitades de Argentina. “ABC” (1-V-2011).
Reinoso, Susana. Entrevista. Ernesto Sabato. “La Nación” Buenos Aires (24-VI-2000).
Sabato, Ernesto. ‘Escribir me producía dolores de estómago’. “El País” (1-V-2011) 45. Extracto de Entre la letra y la sangre. Conversaciones con Carlos Catania. Seix Barral. Barcelona. 1989.
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