Un debate (1996) de escritores sobre lo universal y lo particular: Milosz, Paz y Simon.
En un debate [publicado en “El País Domingo” (4-VIII-1996)] celebrado en Atlanta (EE UU) con motivo de la Olimpiada Cultural, en la “Georgia Review” se reunieron los escritores y premios Nobel de Literatura, el ruso Joseph Brodsky (fallecido muy poco después), el polaco Czeslaw Milosz, la estadounidense Toni Morrison, el japonés Kenzaburo Oé, el mexicano Octavio Paz, el francés Claude Simon, el nigeriano Wole Soyinka y el escritor en inglés (de Trinidad) Derek Walcott. Discutieron temas como lo universal frente a lo particular en literatura y política, la poesía y los medios de comunicación, la literatura sacramental y el canon occidental. El debate se dividió en dos partes: la primera, sobre lo universal y lo particular, con Octavio Paz, Claude Simon y Czeslaw Milosz. En todos los participantes se denota la desesperanza, la conciencia del fracaso de los grandes ideales, de los “grandes relatos”, pero aun así no sucumben a la tentación de apartarse. Todos ellos están comprometidos con la palabra como arma del humanismo liberador. Su voz esclarecedora no merece el atrevimiento de hacer cortes a las palabras de Milosz, Paz y Simon que hemos seleccionado.
«Octavio Paz.
La contradicción entre universalismo y particularismo, o más concretamente entre universalismo y nacionalismo, se ha señalado desde el comienzo de la historia moderna. Es un problema que es diferente en EE UU que en Latinoamérica y que en otras partes del mundo. EE UU es un hijo de la Reforma que comenzó un análisis libre a través de la libre interpretación de los textos sagrados y que fue, de alguna manera, una profecía de democracia, primero, y de modernidad, después.
Las otras ideas importantes para la fundación de EE UU surgieron en el siglo XVIII y entrañaban la noción de democracia y de creación de un orden nuevo. Por ello, este país nació en oposición a las tradiciones europeas del feudalismo, la aristocracia y los derechos autoritarios. Y por ello, se basó en dos ideales diferentes —igualdad y libertad—, que han estado chocando durante toda su historia.
Crisol fue una de las palabras con las que se trató de describir el universalismo asimilado cuando se hace frente a la pluralidad de lenguas y culturas de los inmigrantes europeos. Como sabemos, un parte de esa población fue excluida del crisol, lo que llevó a la guerra civil primero y, ahora, a muchos problemas de la América contemporánea.
Está claro que la idea del crisol no ha sido suficiente para hacer frente a los problemas del siglo XX. EE UU no sólo se ha convertido en un país plural, sino también en un país multicultural, con asiáticos, latinoamericanos, negros y demás razas que no pertenecen a la tradición occidental (aunque los latinoamericanos son un caso diferente, porque, de algún modo, se distancias también de la tradición europea). Este es ahora el gran problema del país.
Claude Simon.
Usted ha contrapuesto los conceptos de universalismo y particularismo, y me parece que esto no es correcto. Después de todo, ¿qué quieren decir particularismo y universalismo? Yo soy un hombre, y hasta ahora considero a todos los hombres, cualesquiera que sean su nacionalidad y su raza, como mis iguales; y cuando hablo por mí mismo hablo también en el nombre de todos los hombres, no sólo de un país u otro.
Hemos visto la enorme influencia de las artes primitivas, en particular del arte africano, sobre el estilo de pintura cubista, o el descubrimiento de la composición japonesa por el impresionismo. Existe una fusión inevitable, en la que no hay nacionalismo ni razas. Tampoco religión, porque va más allá de todo eso.
Octavio Paz.
El problema del nacionalismo o el particularismo es también literario. Como ejemplo, en la historia de la literatura francesa a menudo se mantiene la idea de que el clasicismo es, de por sí, universal. Hoy en día, los hombres de letras, como usted y yo, escribimos y hablamos con palabras que son, en un sentido, universales; pero, al mismo tiempo, particulares.
En EE UU tienen algo llamado expresionismo abstracto. No hay nada más universal que la abstracción; pero tampoco hay algo más particular que el expresionismo. Y esta es, en este momento, la visión norteamericana de la universalidad en el campo de las artes. No se trata de una cuestión política, sino también literaria, artística y filosófica. Y hoy, al final del siglo, esta cuestión es urgente...
Czeslaw Milosz.
La cuestión del universalismo y el particularismo está en el centro de nuestros problemas. A mí me gustaría ser un hombre universal, y no me gustaría verme sujeto a factores de raza, tribu o nacionalidad. Pero no se puede negar que el particularismo existe. Es un hecho, y frecuentemente toma la forma de nacionalismo.
Cuando era joven me opuse al nacionalismo en Polonia, el país donde me crié. Más tarde tuve que oponerme al nacionalsocialismo de Hitler. Y ahora creo que cada uno debe oponerse a ese nacionalismo que trata de llenar un hueco tras la caída del comunismo. Mi libro sobre los intelectuales comunistas —La mente cautiva— llegó a ser un best-seller en Yugoslavia en los años 80; y las veces que he visitado ese país me ha sorprendido por su transformación. Esa gente, que se libró por sí misma de la doctrina marxista, se ha convertido en nacionalista. Y ya hemos visto lo que pasó en Yugoslavia. En mi opinión, los intelectuales son responsables de los horrores de Bosnia, porque ellos fomentaron el inicio de las tendencias nacionalistas.
Como poeta, me gustaría no preocuparme por particularidades. Pero como me doy cuenta del papel que desempeñan estas, considero que son importantes. Cualquiera que no sea consciente de sus poderes no está capacitado para oponerse al nacionalismo y al tribalismo.
Muchos países mantienen hoy un conflicto entre nuestra civilización planetaria (que tecnológicamente es en gran parte de origen norteamericano) y sus propias particularidades. Sea Japón o sean los países ex-comunistas de la Europa Central, todos se enfrentan al problema de sus particularidades: su herencia nativa contra la globalización. La gran cuestión está en saber si podemos sobrevivor con respeto mutuo, independientemente de nuestra nacionalidad, o si tendremos que sufrir cosas como las que han ocurrido en Bosnia.
Claude Simon.
El señor Milosz ha hablado de tomar partido. Creo que hay dos formas de hacerlo: como ciudadano y como escritor. Como ciudadano, yo he tomado posiciones muy claras. Formé el Manifiesto de los 121, que incitaba a la deserción durante la guerra de Argelia, y he tomado partido en otros casos. Pero ¿qué es tomar partido como escritor? Sartre decía: «Toda la cuestión consiste en saber si uno está interesado en hablar del vuelo de las mariposas o de la condición de los judíos». Y es que ciertas formas artísticas y literarias reflejan la sociedad en que vivimos, que, al igual que en casi todas partes, se ha construido bajo la opresión del dinero y del poder. Por tanto, me parece que la toma de posición de un escritor es or contra la tradición nacida de ese mundo opresivo. Creo que esto lo hemos sentido una gran parte de nosotros después de lo que ha pasado, ahora, en Bosnia, y antes, en Auschwitz.
Czeslaw Milosz.
Yo estoy lejos de invocar una poesía «políticamente comprometida», pero creo que la poesía cala en un nivel mucho más profundo: el nivel de la actualidad. Hay un mal en nuestra civilización: todos esos fenómenos, como las guerras tribales en Bosnia, son el resultado de un vacío que ha sido llenado por un nacionalismo y un particularismo concebidos de un modo cruel, criminal. Como poeta, trato de hallar cosas profundamente entroncadas en nuestra civilización.
Claude Simon.
Como poeta, Czeslaw Milosz hace algo más tangible, más cierto, más eficaz y más válido que el alineamiento o la literatura comprometida. Como poeta, alcanza profundidades que ni la pintura ni ningún otro arte alcanzarán jamás.
Octavio Paz.
Nadie está abogando aquí por la literatura comprometida. Todos estamos de acuerdo en apoyar la literatura libre, y yo creo que la función del escritor no es política ni moralista. No está para adoctrinar o predicar buena moral. La función del escritor es adentrarse en sí mismo o en otros para expresar la particularidad única que es cada persona, cada nación y cada lengua. Ese es el único camino para llegar a la universalidad...»